Discapacidad Visual por el mundo
Apartados
Introducción
La discapacidad visual es un reto vital que afecta a millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, la realidad que enfrenta una persona con discapacidad visual puede variar drásticamente dependiendo del continente en el que nazca y donde se desarrolle su vida. Las diferencias insalvables que se generan entre aquellos que nacen en la ciudad o en zonas rurales, en países con alto nivel de accesibilidad y empatía gubernamental, frente a aquellos en los que la discapacidad visual es sinónimo de supervivencia debido a la dura geografía y la falta de empatía política.
En algunos continentes, se ha avanzado considerablemente en el desarrollo de tecnologías accesibles, infraestructuras adaptadas y programas de inclusión social. Esto ha permitido que las personas con discapacidad visual tengan mayores oportunidades educativas, laborales y una mejor calidad de vida en general.
Pero, por el contrario, en continentes como África, partes de Asia y América Latina, las personas con discapacidad visual diariamente se enfrentan a enormes dificultades. La falta de recursos, la escasa educación social sobre la discapacidad, la hostilidad urbanística y la limitada accesibilidad son barreras que dificultan su integración y participación en la sociedad.
La diferencia entre nacer con discapacidad visual en una ciudad y hacerlo en zonas rurales puede ser abismal. En las ciudades, generalmente se encuentran más oportunidades educativas, mejores servicios de salud, instituciones especializadas y una mayor infraestructura adaptada para personas con discapacidad.
Por el contrario, en las zonas rurales, la falta de recursos y la lejanía de los centros urbanos se convierte en una atención limitada y una mayor dificultad para acceder a servicios especializados, limitando la movilidad de la persona y el acceso a servicios esenciales, que, por falta de recursos económicos o transportes públicos adaptados, hacen que su inclusión y adaptación no sea total.
Y si esa brecha entre mundo urbano y mundo rural es grande, se convierte en insalvable cuando hablamos de regiones remotas y de difícil acceso, como zonas montañosas, selvas o desiertos, que complican aún más la vida de las personas con discapacidad visual. La falta de infraestructuras adaptadas. La falta de medios e información básica para subsistir, la inexistencia de servicios de apoyo, y la mirada hacia un lado de gobiernos y políticos convierten la discapacidad visual en un sinónimo de supervivencia diaria.
Es fundamental que los gobiernos locales, regionales y nacionales tomen conciencia de estas desigualdades y trabajen para cerrar las brechas en la atención y el apoyo a las personas con discapacidad visual, sin importar su lugar de nacimiento o su contexto geográfico. Solo mediante la empatía, la colaboración global y el compromiso firme con la inclusión, se podrá lograr una sociedad verdaderamente igualitaria y accesible para todas las personas, independientemente de sus capacidades visuales.
Venezuela
A pesar de que Venezuela es un país donde la humanidad y ayudar al que lo necesita está por encima de todo, lamentablemente, la falta de educación y conciencia sobre la discapacidad visual, así como la escasa cultura de accesibilidad, hacen que sea difícil para las personas con ceguera o baja visión lograr la autonomía e independencia que necesitan.
Las personas con discapacidad visual en Venezuela se encuentran con diversas dificultades en su día a día. Una de las principales problemáticas es la falta de infraestructuras y servicios adaptados. Muchas ciudades carecen de aceras en buen estado, señalizaciones accesibles o transporte público adaptado, lo que dificulta enormemente su movilidad.
Las calles, más allá de las céntricas de Caracas, que en efecto habían inaugurado recientemente un pequeño circuito de baldosas podo táctiles con placas metálicas en btraille que informan de las intersecciones, y de que la mayoría de los pasos de cebra de las ciudades tenían aceras rebajadas, las demás aceras están en un abandono absoluto, invadidas por vegetación o simplemente en muy mal estado, de hecho, estuve a punto de meter el pie en varias alcantarillas sin tapa.
Además, la falta de concienciación sobre la discapacidad visual contribuye a la discriminación y el estigma social que enfrentan estas personas. Muchas veces, son marginadas y excluidas de diversas oportunidades, lo que les dificulta desarrollar sus habilidades y potencial.
Y ante la falta de apoyo del gobierno, las pocas asociaciones activas que existen en el país hacen un papel importante reivindicando derechos a favor de las personas con discapacidad visual, que, junto a esas entidades locales, que si muestran su apoyo creando un departamento que atiende, escucha y trabaja por y para la discapacidad en su localidad, entre ambos luchan para dar más visibilidad y lograr la difícil inclusión total de la persona con discacidad en la sociedad actual.
Pero lo que, si he podido sentir de primera mano, y que es el verdadero pilar para superar esas barreras físicas y mentales, es el apoyo incondicional de la familia y amigos. A través del boca a boca, y a la ayuda desinteresada entre ellos, muchos no conseguirían avanzar, ni adaptarse a la nueva situación.
Padres, abuelos, tíos, hermanos, la familia al completo se convierte en una base fundamental para las personas con discapacidad visual en Venezuela, dándole ese apoyo moral, haciendo todo lo posible para que ese hijo o hija tenga la educación adecuada y se adapte a esa realidad tan difícil, con el único fin de brindar el apoyo emocional y práctico necesario para que estas personas puedan desarrollarse y alcanzar la autonomía e independía.
Y para terminar, no puedo cerrar este capitulo sin dar las gracias a los que han dado sentido y realidad a esos 40 dias por esa tierra que me robo el corazón.
Orlando Abreu, un luchador incansable en la bella labor de hacer un mundo mas justo e inclusivo para todas las personas con discacidad. A Valentina, ese pequeño ser de luz que me robo el corazón y me contagio de felicidad, alegría y vida. Y a los Hermanos Velasco, esq familia de luchadores y amantes de la vida que me adoptaron durante 24 horas como a un hermano mas.
Gracias a ellos, porque son los que han dado sentido y realidad a este viaje por Venezuela.
Libano
En el Líbano, vivir entre luces y sombras es un reto diario para personas con discapacidad visual, y en las tres semanas que pasé bastoneando el país, lo pude vivir en mi propia piel.
A las afueras de Beirut, pude ver de cerca la realidad de estas personas y las dificultades que enfrentan en su búsqueda de la adaptación, y fue el Centro Libanés de Ayuda a Personas Ciegas, quien entre sorbos de café y mucha amabilidad, me mostraron esa otra cara oculta, que ya algo intuía.
En el país, existen pocos centros de ayuda específicos, y por eso mismo, ellos son los q en su lucha por la visibilidad y la inclusión, proponen programas y leyes para el gobierno, pero unas veces por la falta de apoyo gubernamental y otras por no disponer de fondos económicos para desarrollar sus propios programas, todo se traduce en trabas para la inclusión, accesibilidad y educación social.
Su lucha por la inclusión educativa es constante. La asociación busca integrar a niños con discapacidad visual en escuelas públicas, formando a docentes y promoviendo la adaptación de material educativo, e intentando dotar a las familias de herramientas para su adaptación, a pesar de la falta de recursos q tienen. Sin embargo, a pesar del titánico esfuerzo que hacen, siguen encontrándose barreras debido a la nula empatía del Ministerio de Educación.
La autonomía e independencia se convierten en metas difíciles de alcanzar, pues caminar solos por las calles o ir al supermercado es todo un desafío. Siempre necesitan la compañía de un guía en su día a día.
Salir a la calle presenta numerosos obstáculos: aceras en mal estado, ocupadas por vendedores y vehículos, y la inexistencia de baldosas podo táctiles.
Cruzar una avenida es como una ruleta rusa, ya que los vehículos no respetan las normas y los semáforos que funcionen son escasos debido a la crisis económica y la falta de electricidad.
La nula sensibilización en la sociedad respecto al significado del bastón blanco y la discapacidad visual agrava la situación. Sorprendentemente, el 90% de las personas con discapacidad visual en el Líbano no utilizan el bastón blanco, y lamentablemente, no existen profesionales que puedan capacitar a entrenadores para enseñar su uso debido a la falta de fondos que subvencionen estos cursos de entrenamiento.
Pero si os hablo de la discapacidad visual y del Líbano, no debemos de olvidar su reciente pasado marcado por años de guerra. Siempre estos conflictos provocan desplazamientos y cambios radicales en la vida de la población, pero a una persona con visión limitada, esos cambios son duros y dramáticos.
A muchos la guerra civil les llegó mientras estaban de residentes en las escuelas especiales, pero por la grave situación tuvieron q cerrar durante un año y regresar a sus pueblos con sus familias, y sobrevivir a los bombardeos.
Este mismo escenario al que Líbano se vio sometido en un pasado, la viven hoy en día Siria y Palestina. Cerca de 2.000.000 de refugiados en situación vulnerable cruzaron la frontera, y entre ellos también llegaron muchas personas con ceguera o baja visión, y en algunas ocasiones, causadas por las bombas y la metralla.
Naciones Unidas y las distintas ONG que están con ellos se encargan de proporcionar un techo donde dormir y alimentación para subsistir. Pero cuando entre la familia se encuentra a un miembro con ceguera o algún problema de visión grave, acuden a asociaciones como la Asociación de Jóvenes Libaneses Ciegos, quienes través de fondos internacionales proporcionan a estas personas de un entrenamiento en habilidades para la adaptación de su vida rutinaria y la integración en la vida social
Normalmente es Naciones Unidas la q se encarga de solicitar y financiar esos programas de ayudas a refugiados con discapacidad visual, llegando a acuerdos de cooperación con escuelas públicas libanesas para darle la educación y formación correspondiente.
Siria
La vida de las personas con discapacidad visual en Siria nunca ha sido fácil, pero la guerra y la grave crisis económica que sufre el país ha aumentado los retos a los que se enfrentan en su día a día en su lucha para adaptarse y sobrevivir en un país que quiere volver a renacer.
Los 12 años de guerra civil que ha sufrido el país ha dejado graves consecuencias, y una de ellas han sido los miles de personas con ceguera o baja visión por culpa de la caída de bombas o de la metralla. Personas que de un día para otro dejaron de ver, con el único apoyo de su familia, en una tierra donde los derechos hacia las personas con discapacidad son muy bajos y apenas hay centros donde puedan ir a rehabilitarse.
Tras mucho preguntar y buscar, al final conseguí dar con ese mundo paralelo tan único. En el corazón de Damasco me abren las puertas el Centro de Ayuda a Personas con Discapacidad Visual, un centro que me invita a conocer la realidad de esta forma tan especial de ver la vida, y a la vez, se convierte en un refugio de esperanza y resiliencia para aquellos que luchan contra las adversidades de la discapacidad visual en un país con sus heridas aún sangrantes.
Un país que vive en medio del hermetismo que caracteriza a esta nación, bajo ese telón que oculta verdades, donde la imagen para los extranjeros es pintada de color de rosa, pero la realidad es mucho más cruda. Y es ahora cuando empiezo a entender las protocolarias y medidas palabras de un representante del centro con el que conversé un rato. Se limitó a pronunciar que “oficialmente todo está bien y bajo control”, junto a un oculto pero contundente grito de ayuda dirigido hacia la comunidad internacional.
Y días después de estar bastoneando ciudades y pueblos, y sufrir en mis carnes todas esas barreras físicas y mentales, entendí aquel el S.O.S. disimulado en ese “Todo está bien aquí”, porque son todos esos problemas y situaciones que hacen que las personas con discapacidad pasen a un escalón inferior de la sociedad y se conviertan en seres invisibles.
Para todo en su vida rutinaria necesitan un acompañante o guía; para ir de compras, para sortear esas reventadas aceras o a esos vendedores que las ocupan, y, sobre todo, para no morir atropellado en el intento de cruzar cualquiera de esas bulliciosas intersecciones, adornadas por semáforos que tuvieron tiempos mejores.
Y solo en esta pequeña burbuja de solidaridad, es donde encuentra cobijo esta comunidad valiente de personas, que entre ellos mismo se motivan y ayudan para afrontar el reto diario de la supervivencia, que se encuentran cuando salen del paraguas de sus casas.
Este centro tiene las puertas abiertas todos los días. Los mayores se reúnen a diario con sus interminables charlas filosóficas entre aromas a tabaco y a café. Pero los jueves es cuando el centro rejuvenece llenándose de jóvenes que vienen a recibir sus clases de música, inglés, y a compartir horas de risas y de vida. Entre ellos mismos se ayudan, se apoyan, y a la vez, se llenan de fortaleza y de esa alegría que desprenden sus maltrechas miradas, y las sinceras frases que pude intercambiar con ellos, que me hicieron profundizar más en sus realidades y sus problemáticas.
A pesar de las dificultades, y con el único apoyo de su familia y centros como este, renacen, luchan y se hacen fuertes ante la adversidad. En este centro encuentran un espacio donde pueden aprender nuevas habilidades, obtener apoyo emocional y, lo más importante, sentirse parte de una comunidad que los comprende.
Por desgracia, estos chicos se ven abandonados por el gobierno y, debido al bloqueo internacional, la ayuda externa es escasa. La única luz que reciben es a través de sirios y sirias que emigraron, y de voluntarios con la misma forma de ver que ellos, que han sufrido de primera mano toda esa cruda realidad, y ahora prestan su ayuda de forma desinteresada.
O como Al Noor, que en español significa Luz. Una pequeña comunidad fundada en 2021 por la caridad kuwaití y dirigida por la organización humanitaria local Al Día, situada al noroeste del país, fuera de la zona de control gubernamental y por ese mismo motivo no la pude visitar, pero si pude saber de ella a través de varios locales que me hablaron de su existencia.
En ella viven 100 familias con uno o más miembros con discapacidad visual, que han adquirido esa ceguera de nacimiento o por causa de la guerra, y que han decidido desplazarse hasta este pueblo en busca de la tranquilidad y comodidad. El pueblo está diseñado por y para ellos con aceras de fácil tránsito y señales en braille en los edificios para una rápida identificación. Además, disponen de escuelas, mercados y mezquitas para que estas personas, que se vieron obligadas a dejar sus casas por causa de la guerra, puedan volver a tener una vida tranquila y digna.
Por la situación política del país me fue totalmente imposible desplazarme hasta esta zona, pero espero que la existencia de este pequeño oasis continúe dando cobijo por muchos años más, y cuando termine toda esta locura que vive el país, lo pueda visitar y contaros de primera mano.
En resumen, la falta de empatía, educación social, el muy difícil acceso a la educación y casi imposible al mundo laboral, hace que la adaptación sea un desafío y la independencia y autonomía sea una utopía para muchos. Sin embargo, lo que brilla con fuerza en medio de esta oscuridad es su gran alegría y fortaleza
A pesar de vivir en un país marcado por la incertidumbre y con un estricto bloqueo internacional que les impide recibir ayudas, estos chicos me enseñan que la esperanza y la fuerza interior puede iluminar incluso en los días más oscuros y de ser más poderoso que la indiferencia humana.